Qué delicia es darse un baño turco, es como parar la máquina de tiempo, relajarte y volverte cinco siglos atrás. Está semana después de un duro día de trabajo en Estambul fuimos al Hamam Suleymaniye, muy cerquita de la mezquita del mismo nombre.
Nada mas entrar te recibe una gran sala llamada el cemekan, una especie de patio interior lleno de pequeños cubículos. Tras el pertinente pago de rigor de 35 religiosos euros ó 70 liras turcas, un empleado te dota de una toalla de tela y de unas chanclas de madera y posteriormente te dirigen a un vestidor individual donde te cambias.
A continuación te dirigen al hararet una gran sala de marmol caliente y vaporosa sobre la que reina una gran cúpula. En el centro hay una gran plataforma de marmol caliente, tumbarse en ella y mirar a la cúpula es simplemente una delicia. Tras media hora en el hararet aparecen los masajistas, los cuales comienzan el lavado frotándote con guante duro llamado kese, a continuación te dan un masaje de espuma de unos 15 minutos, donde alternan continuamente masajes, agua fría y caliente. Al acabar te ofrecen agua de rosas para perfumarte y te envuelven en toallas para secarte.
La sensación final es de total relajación y pureza, simplemente increible.
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