Una de la mañana. Suena el teléfono. Confundido me despierto. Intento situarme mentalmente y me doy cuenta de que estoy en casa. Solo. ¿Por qué? El telefóno sigue sonando y leo en la pantalla Anna-maija, mi mujer. Con la voz tomada, desconcertado y todavía intentando situarme descuelgo el teléfono. ¿Si? La voz al otro lado me dice, Juan tengo fuertes dolores. Haz lo que te parezca creo que esta viniendo. Sigo intentando situarme. ¿Viniendo? Miro el reloj del despertador y marca la 1:10. ¡Coño! el niño. Anna-Maija salgo inmediatamente para el hospital, respondó.
Me visto rápidamente, me monto en la bici y salgo como un tiro para el hospital. Después de 300 metros rodando a un ritmo infernal, me doy cuenta de que debería haber cogido la chaqueta, a pesar de ser 1 de agosto en este país, Finlandia, nunca te puedes fiar. Decido seguir y aprieto todavía un poco más el ritmo, por un momento me llego a creer que soy Lance Amstrong. A mitad de trayecto me desinflo y tengo que bajar el ritmo. Salida de potro parada de burro. Los últimos metros se me hacen eternos.
Llego al hospital. Me encuentro a Anna-Maija caminando de un lado para otro de la habitación de manera obsesiva, obviamente intentando olvidar el dolor. Se para un momento y grita: Aaaaaaaah. ¿Qué tal? Pregunta de perogrullo, pero no se me ocurre otra manera mejor de comenzar la conversación. Duele mucho. Llama a la enfermera. Aprieto el botón y me asomo al pasillo. Al fondo veo a una enfermera en su despacho. Ni se ha inmutado. Vuelvo apretar el botón y esta vez parece que se espabila y empieza a caminar hacia nuestra habitación. Anna-Maija pide la epidural y la enfermera le dice que es demasiado pronto. No obstante decide enviarnos al paritorio.
Entramos en la habitación el dolor aumenta y se hace cada vez más frecuente. Anna-Maija grita cada más y cada vez con más fuerza. La enfermera nos dice que se va a ausentar unos minutos porque hay un caso más urgente. ¿Más urgente? Me desespero. Anna-Maija se ducha para aliviar el dolor. Camina de lado a lado, grita y de vez en cuando hasta baila. La situación se hace insostenible y aprieto el botón. A los cinco minutos llega la enfermera. Por favor, ¿podría ponerme la epidural?. Es demasiado tarde responde la enfermera. No doy credito a lo que oigo.
La enfermera me empieza a dar ordenes y yo obedezco. Tras 45 minutos de sufrimientos, empujones y gritos. Nace Aimo. Nada mas nacer, empieza a llorar y parece que el llanto da paz a todo el ajetreo que hemos vivido en las últimas horas. Lavan al niño, lo envuelven en sábanas. Lo noto muy frágil y me da miedo cogerlo. Una vez en brazos lo miro y pienso que es muy guapo.
Me visto rápidamente, me monto en la bici y salgo como un tiro para el hospital. Después de 300 metros rodando a un ritmo infernal, me doy cuenta de que debería haber cogido la chaqueta, a pesar de ser 1 de agosto en este país, Finlandia, nunca te puedes fiar. Decido seguir y aprieto todavía un poco más el ritmo, por un momento me llego a creer que soy Lance Amstrong. A mitad de trayecto me desinflo y tengo que bajar el ritmo. Salida de potro parada de burro. Los últimos metros se me hacen eternos.
Llego al hospital. Me encuentro a Anna-Maija caminando de un lado para otro de la habitación de manera obsesiva, obviamente intentando olvidar el dolor. Se para un momento y grita: Aaaaaaaah. ¿Qué tal? Pregunta de perogrullo, pero no se me ocurre otra manera mejor de comenzar la conversación. Duele mucho. Llama a la enfermera. Aprieto el botón y me asomo al pasillo. Al fondo veo a una enfermera en su despacho. Ni se ha inmutado. Vuelvo apretar el botón y esta vez parece que se espabila y empieza a caminar hacia nuestra habitación. Anna-Maija pide la epidural y la enfermera le dice que es demasiado pronto. No obstante decide enviarnos al paritorio.
Entramos en la habitación el dolor aumenta y se hace cada vez más frecuente. Anna-Maija grita cada más y cada vez con más fuerza. La enfermera nos dice que se va a ausentar unos minutos porque hay un caso más urgente. ¿Más urgente? Me desespero. Anna-Maija se ducha para aliviar el dolor. Camina de lado a lado, grita y de vez en cuando hasta baila. La situación se hace insostenible y aprieto el botón. A los cinco minutos llega la enfermera. Por favor, ¿podría ponerme la epidural?. Es demasiado tarde responde la enfermera. No doy credito a lo que oigo.
La enfermera me empieza a dar ordenes y yo obedezco. Tras 45 minutos de sufrimientos, empujones y gritos. Nace Aimo. Nada mas nacer, empieza a llorar y parece que el llanto da paz a todo el ajetreo que hemos vivido en las últimas horas. Lavan al niño, lo envuelven en sábanas. Lo noto muy frágil y me da miedo cogerlo. Una vez en brazos lo miro y pienso que es muy guapo.
4 comments:
Juan que bueno tener noticias tuyas. Me ha gustado eso de tierra de todos. En cuanto tenga un rato te añado a mi blog. Precisamente estaba estos días pensando en mandarte un email para tener fotos de niño para publicar en mi blog. Es igual que tu!!!! Jajajaja
Juan: Me encantó!!!!!!
Supertierno... De verdad te felicito, no es habitual encontrar "padres" así.
Pero, joder! no puedes negar que es un auténtico Llaneza en miniatura.
Ahora, dime la verdad, cuántas lágrimas te cayeron mientras escribias. A ver si adivino: miles de millones no?
Un beso enorme para vos, otro para Anna-maija y el último para Aimo.
Y de nuevo... FELICITACIONES por la sensibilidad y la maravilla de persona que eres.
Cecilia :)
Vaya con Llaneza junior. Muy grafica tu descripcion del dia "d". En breves te comentaremos como fue en nuestro caso, ya que Yago esta a punto de caramelo. Si todo esta en su sitio, nacera un dia de estos en Cangas del Narcea, así que mas astur imposible. Que bueno, que des noticias de tu vida, pero a ver si sabemos algo mas. Venís en Navidad? Hay que verse y tomar unas.Un abrazo muy fuerte para los tres.Nos vemos...Iñigo y Adri
Aunque ya desde el primer día vi al retoño, muchas felicidades a JuanJo y Anna-maija. Y la próxima vez que vengais por Oviedo, espero que lo presenteis a los amigos.
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